sábado, 14 de abril de 2012

Me devolviste un millón de euros en palabras.

Siempre llevo alguna moneda suelta en el coche para poder ayudar, mínimamente, a quien pueda necesitarlo en algún semáforo. Es más, tengo la güantera repleta de paquetes de clínex del mismo señor de la rotonda de debajo de mi casa. Pero esta última vez fue algo muy especial, algo que me marcó, que dudo que olvide con facilidad. Su mirada transmitía ternura, bondad, apacibilidad y un sentimiento de culpa que jamás sabré por qué llegó a esa persona. Antes de llegar a mi ventanilla yo ya saqué mi mano con un euro con veinte céntimos, que era lo único que tenía suelto en ese momento, pero comprobé que si yo he usado la palabra "único", la persona que recibió esa mínina cantidad, asemejada a un cortado en cualquier bar, hubiera usado la palabra "inmenso". Se acercó y le dije amablemente: -"Lo siento, pero no puedo darle más"-. Entonces, él sonrió y me dijo que esa cantidad era muy superior a todo lo que había conseguido en las 3 horas anteriores, bajo lluvia y el frío. Quedé petrificado sin saber qué decir y noté cómo una lágrima se deslizaba sobre mi rostro hasta caer en mis piernas. Luego, él marchó hacia la zona donde estaba colocado y apretaba muy fuerte la mano con los ojos cerrados, queriendo dar las gracias a alguien.

Ayer pasé por esa misma zona para ver si estaba situado en el mismo sitio pero no hubo suerte. No sé qué es lo que deparará el destino a este hombre pero espero que sea algo muy floreciente.

Cuánto debemos aprender...

"La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas" - Sigmund Freud -

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