lunes, 9 de julio de 2018

Todo y nada. Simplemente que fluya.

Abracemos el dolor :) Sin más ni más. Sin planteamientos ni cuestiones extras. 

¿Por qué esto? Ya son varios años sin escribir en este blog -aunque siempre contestando a todos vuestros mensajes, emails y comentarios- por varias razones importantes. Aún así, y revisando vuestras peticiones, una de las cuestiones que más se repite es la manera de canalizar el dolor, que éste no nos traslade a la frustración, al decaimiento, la lucha contra el ego, etc.
Aunque no sea lo más adecuado concentrar toda la información en un solo post, entendiendo todo ello como la misma cuestión emocional, intentaré lanzar un enfoque, siempre basado en experiencias propias, perspectivas personales, y generado por grandes libros, oradores de crecimiento personal y grandes pensadores que espero os ayude, aporte o simplemente abra una pequeña grieta en vuestra manera de pensar. 

El miedo nos destruye y la dependencia que nos genera el apego nos estanca. Estamos aquí para crecer como personas, para aprender a conocernos mejor, para entender que la felicidad es una cuestión de actitud, para sernos honestos, para comunicar desde el corazón, para dar las gracias por todo aquello que tenenos y nos dan, y para emanar amor desde nuestra mayor bondad.

Pocas verdades absolutas existen y pocas personas aciertan sin haber errado. Vivimos (con todo lo que conlleva la el verbo "vivir") y gracias a esta aventura y/o experiencia vamos modificando nuestro camino, incluyendo o excluyendo a las personas que consideramos deben acompañarnos, al igual que vamos alterando todo aquello que nos bloquea y no nos deja volar.

Como dice el budismo, el dolor no podemos evitarlo, pero el sufrimiento sí. Cuando sentimos un dolor, el que sea, siempre nos está proporcionando una información: si me duele la muela, puede ser que tenga una infección; y de la misma manera ocurre con nuestras emociones, que cuando son dolorosas, están avisándonos de algo de lo que podemos aprender.

Si entendemos que la vida es aprender a caminar por la senda de la felicidad, el dolor serían unas zarzas colocadas en los laterales del camino para cuando nos salimos de ahí. Sirve para que comprendamos los límites de esa felicidad y realización personal, y para que anclemos lo que sí es importante, aprendiendo a marcar la diferencia. Tomando así el dolor, puede convertirse en una importante fuente de aprendizaje, y al mismo tiempo, evitamos convertirlo en un narcótico. Pues, el hecho de que podamos aprender del dolor, no implica que para aprender debamos lanzarnos de cabeza a las zarzas del camino, sino que necesitamos aceptarlas como parte de nuestra vida.

Hay situaciones en las que el dolor nos está avisando de algo que no va bien: algo que estamos haciendo o dejando de hacer en nuestra vida y nos hace sentir mal. Por ejemplo, supongamos que una persona tiene dolor de cabeza y cada día, al llegar del trabajo, se da un masaje y se toma una pastilla para aliviarlo. ¿Qué está ocurriendo? Que está resolviendo el efecto, pero no ha solucionado la causa, ni siquiera la explora. ¿Qué le pasa realmente? Que tiene miedo por algo importante que le preocupa, y resulta que eso le lleva a apretar la mandíbula de forma inconsciente mientras trabaja, y al final del día le duele mucho la cabeza como consecuencia del bruxismo. Pero imaginemos que pasan los días y esta persona sigue con mucho dolor de cabeza. Su preocupación no se ha reducido, pero tampoco es consciente de que la tiene porque no quiere pensar mucho en ello. Sigue apretando los dientes y cada vez duerme peor. Entra en un círculo vicioso psicosomático que le lleva de mal en peor y ha desconectado de lo que le está pasando.

Nuestra mente, traicionera, se aferra al miedo, a la exigencia, al deseo y a las dañinas expectativas. Y cuando la realidad no se adapta a lo que nosotros esperamos, nos invade la frustración, preludio del sufrimiento. Este dolor psicológico es el resultado de todas aquellas creencias y reacciones que limitan nuestra comprensión, y tiene una clara función: derribar los muros de nuestra ignorancia, ampliando nuestro nivel de consciencia.
Aunque la mayoría de seres humanos pasan por la vida huyendo del sufrimiento, se trata de una gran oportunidad para aprender y evolucionar, haciéndonos más fuertes y sabios. De ahí la importancia de atrevernos a enfrentarlo. Y sea cual sea la causa que lo desencadene, no desaparecerá hasta que la comprendamos y la integremos en nuestra forma de ver la vida.

Las puertas totalmente cerradas o completamente abiertas no nos llevarán al crecimiento, ya que cualquier extremo genera e implica limitación, lo cual origina decrecimiento. Dejad fluir, sin miedo, y todo irá bien.

                                          
                                          “La adversidad es ocasión de virtud”,
Séneca