Porque debería ser la primera palabra en la que pensemos nada más abrir un solo ojo. Porque cada vez que la pronunciamos aprendemos algo nuevo. Porque cada vez que la susurramos hacemos sentir bien a la persona a quien se la decimos. Porque cada vez que la decimos quitamos protagonismo a las carencias y defectos. Porque damos valor a la persona que ha dedida un solo segundo de su agetreada vida. Porque expresarla muestra gratitud, estrecha lazos y fortalece relaciones. Porque cada vez que la enunciamos, crecemos. Evolucionamos.
Muchas veces somos agradecid@s pero no lo demostramos,
porque damos por sentado que lo saben, o damos un agradecimiento
superficial, sin detenernos un segundo para acompañar ese gracias con
una sonrisa, sabiendo que la palabra "gracias"
es muy sencilla de pronunciar. Y acompañada con una sonrisa, alegra el
alma de todo humano. Después de todo, al corazón, siendo tan grande, le
basta muy poco para satisfacerse de lo hermoso.
La gratitud es una de las emociones más poderosas. Apreciar lo que tenemos de bueno en nuestra vida, también implica el desarrollo de una actitud ante la vida.
Tod@s experimentamos momentos difíciles, en los que no podemos escoger
lo que nos sucede. Pero, como he comentado en otras ocasiones en mis
diferentes post, siempre podemos elegir la actitud con la que
respondemos a esos momentos. Y esta elección es también una definición
de la libertad que tenemos como personas.
¿Qué valor posee la gratitud? Claramente es más que un sentimiento. Es un valor que nos empuja a que tengamos actitudes, consciencia, reconocimiento, aprecio... Es una virtud. El filósofo Martin Heidegger “Denken ist Danken” que quiere decir: Pensar es agradecer.
La gratitud como uno de nuestros valores hacia con los demás, aparece cuando experimentamos aprecio y
reconocimiento por otra persona que nos prestó ayuda, apoyo,
reconocimiento… La alegría de esas acciones se manifiesta dando las
“gracias”, con una sonrisa, cuando le hacemos saber a la persona que nos
ayudó, la importancia de su acción para nosotr@s…
Pero la gratitud repercute en nuestro interior en gran medida: aprendemos a ser querid@s por los demás, y a través de ella, demostramos que consideramos a l@s demás.
¿En qué nos afecta? Dar las gracias nos hace que nos sintamos más felices y puede modificar nuestra propia actitud ante
la vida, como un botón para reiniciar las emociones. A parte de
demostrar que ser agradecido ayuda o es beneficioso a quien lo es,
(sobre todo en tiempo difíciles) los psicólogos también intentan
esclarecer los procesos químicos que la gratitud produce en el cerebro.
Las investigaciones sobre los beneficios de la gratitud documentan que
las personas que cultivan el agradecimiento sienten más emociones
positivas como el gozo, el entusiasmo y el amor. Las personas
agradecidas experimentan menos emociones negativas como la envidia o la
amargura, manejan mejor el estrés, y hasta es posible que se recuperen
más rápidamente de las enfermedades. Además, las personas agradecidas tienen mejores relaciones con los demás.
Robert Emmons expuso que “Mostrar afabilidad une a las
personas en redes de obligaciones recíprocas” y es una “forma sencilla
de fortalecer las relaciones que, a menudo, se pasan por alto”.
Ser agradecid@ realmente cambia nuestra actitud y nuestra perspectiva sobre la vida. La gente agradecida se siente más
alerta, viva, interesada, entusiasmada… Pronunciarla nos libera de
ataduras emocionales, nos ayuda a tener una vida más feliz, pero por
nuestra educación y cultura, en términos generales, nos cuesta decirla
de forma natural.
Emmons ha encontrado que la experiencia de la gratitud consta de dos
fases: primero, el reconocer lo bueno que uno tiene en la vida, que vale
la pena vivir. En segundo lugar, la gratitud implica reconocer que la
fuente de estas cosas buenas está, al menos parcialmente, fuera de
nosotr@s.
"La palabra Gracias es mágica, porque abre las puertas y acerca corazones. Nos conecta con otras personas" -McCullough-
Fuentes: http://blog.fatimabril.es
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