¿Por qué esto? Ya son varios años sin escribir en este blog -aunque siempre contestando a todos vuestros mensajes, emails y comentarios- por varias razones importantes. Aún así, y revisando vuestras peticiones, una de las cuestiones que más se repite es la manera de canalizar el dolor, que éste no nos traslade a la frustración, al decaimiento, la lucha contra el ego, etc.
Aunque no sea lo más adecuado concentrar toda la información en un solo post, entendiendo todo ello como la misma cuestión emocional, intentaré lanzar un enfoque, siempre basado en experiencias propias, perspectivas personales, y generado por grandes libros, oradores de crecimiento personal y grandes pensadores que espero os ayude, aporte o simplemente abra una pequeña grieta en vuestra manera de pensar.
El miedo nos destruye y la dependencia que nos genera el apego nos estanca. Estamos aquí para crecer como personas, para aprender a conocernos mejor, para entender que la felicidad es una cuestión de actitud, para sernos honestos, para comunicar desde el corazón, para dar las gracias por todo aquello que tenenos y nos dan, y para emanar amor desde nuestra mayor bondad.
Pocas verdades absolutas existen y pocas personas aciertan sin haber errado. Vivimos (con todo lo que conlleva la el verbo "vivir") y gracias a esta aventura y/o experiencia vamos modificando nuestro camino, incluyendo o excluyendo a las personas que consideramos deben acompañarnos, al igual que vamos alterando todo aquello que nos bloquea y no nos deja volar.
Como dice el budismo, el dolor no podemos evitarlo, pero el sufrimiento sí. Cuando sentimos un dolor, el que sea, siempre nos está proporcionando una información: si me duele la muela, puede ser que tenga una infección; y de la misma manera ocurre con nuestras emociones, que cuando son dolorosas, están avisándonos de algo de lo que podemos aprender.
Si entendemos que la vida es
aprender a caminar por la senda de la felicidad, el dolor serían unas
zarzas colocadas en los laterales del camino para cuando nos salimos de
ahí. Sirve para que comprendamos los límites de esa felicidad y
realización personal, y para que anclemos lo que sí es importante,
aprendiendo a marcar la diferencia. Tomando así el dolor, puede
convertirse en una importante fuente de aprendizaje, y al mismo tiempo,
evitamos convertirlo en un narcótico. Pues, el hecho de que
podamos aprender del dolor, no implica que para aprender debamos
lanzarnos de cabeza a las zarzas del camino, sino que necesitamos
aceptarlas como parte de nuestra vida.
Nuestra mente, traicionera, se aferra al miedo, a la exigencia, al deseo y a las dañinas expectativas. Y cuando la realidad no se adapta a lo que nosotros esperamos, nos invade la frustración, preludio del sufrimiento. Este dolor psicológico es el resultado de todas aquellas creencias y reacciones que limitan nuestra comprensión, y tiene una clara función: derribar los muros de nuestra ignorancia, ampliando nuestro nivel de consciencia.
Aunque la mayoría de seres humanos pasan por la vida huyendo del sufrimiento, se trata de una gran oportunidad para aprender y evolucionar, haciéndonos más fuertes y sabios. De ahí la importancia de atrevernos a enfrentarlo. Y sea cual sea la causa que lo desencadene, no desaparecerá hasta que la comprendamos y la integremos en nuestra forma de ver la vida.
Las puertas totalmente cerradas o completamente abiertas no nos llevarán al crecimiento, ya que cualquier extremo genera e implica limitación, lo cual origina decrecimiento. Dejad fluir, sin miedo, y todo irá bien.
“La adversidad es ocasión de virtud”, Séneca
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